Gertakariak

El Crimen de ayer

El Guipuzcoano, 1889-07-21

Con la velocidad del rayo cundió ayer en esta ciudad la nueva de que en el vecino puerto de Pasajes, en el barrio de Ancho, habí­ase cometido un horrible crimen.

Reconoce éste como inmediato móvil, según se desprende de lo ocurrido, los celos. En efecto: hace ya largo tiempo que la llamada Manuela Antia, viuda, de 39 años y estanquera de aquel citado barrio, vení­a sosteniendo relaciones ilí­citas con un sujeto llamado Basilio Vallejo, casado y de 37 años natural de Tapia (Burgos), hoy sargento segundo licenciado del cuerpo de miqueletes.

Ya anteriormente, por discusiones í­ntimas, prodújose una desavenencia entre ambos, y la Manuela le acusó del robo de 300 pesetas, por cuya causa fue detenido el Basilio. Pero, tan pronto como se halló libre, volvieron á sus antiguas relaciones.

Basilio se vio entonces en la necesidad de ocuparse como peón en las obrase después de haber abandonado la carrera de las armas, y hace dos meses desapareció de Ancho, habiéndose sabido luego que se hallaba trabajando en las minas de Bilbao.

Pesaroso, sin duda, de haber abandonado su empleo de sargento, aburrido del triste trabajo de peón minero, y a consecuencia de rumores que llegaron hasta é1 y de vehementes sospechas, según se cree, de infidelidad a sus relaciones por parte de la Manuela, ello es que Basilio regresó hace tres dí­as a Ancho. `

Dedúcese que su propósito o su decisión era la de cometer el crimen qué llevó a efecto ayer, o tal vez cometerlo sobre dos personas, a juzgar por las manifestaciones que ayer hizo públicamente, según se nos dijo.

Eran próximamente las seis de la tarde, cuando hallándose la Manuela, acompañada de una amiga, cuidando del despacho de su estanco, se presentó en él Basilio. Dirigiéndose a la Manuela, pidióle que le trajera un vaso de agua, y ella se levantó confiada para irlo a buscar.

En aquel instante, Basilio, sacando una navaja que llevaba oculta, asestó a su infeliz querida hasta siete puñaladas.

A los gritos de espanto y de socorro que diera la amiga de la infeliz Manuela que cayó bañándose en su sangre, acudió inmediatamente un valeroso miquelete, cuyo nombre sentimos no conocer aún. Al ir a agarrar a Basilio volviósele éste, y con acento tranquilo, dí­jole:

“No tenga usted cuidado, no me escaparé. Aquí­ me tiene con cuchillo en mano y bien tranquilo, porque he satisfecho mis deseos de matar a ésa.

Basilio fue detenido y conducido ante el juez municipal de Alza, hallándose, según nuestros informes, convicto y confeso de su horrible delito, tranquilo y satisfecho su semblante.

Pero he aquí­ un detalle que no pasó desapercibido para todos, y que se nos ha referido: al ser atado por los guardias y conducido a Alza, encontróse a su paso a un sujeto de aquella vecindad, y al verlo, dí­jole:

“Mejor es que no me haya visto contigo antes, porque hubieras llevado el camino que la Manuela.

El estado de la ví­ctima, según manifestación del médico titular Sr. Casares, era absolutamente desesperado, temiendo que durante la noche haya fallecido.

La ví­ctima deja una niña de diez años.