Los Tres Pasajes, nº 7, 1949

En los locales del «Club 33», bien conocido de todo pasaitarra, fue organizado el mes pasado, entre los dí­as 16 al 30, una exposición de pinturas del joven artista cuyo nombre encabeza las presentes lí­neas.
Motivo sobrado de orgullo para nuestro pueblo tiene que ser el saber que al calor de su seno bullen nobles afanes y loables estí­mulos, plasmados en el hecho de que un hijo suyo, con sólo diecinueve años de edad, se lance a la peliaguda empresa de conquistar laureles dentro del arte pictórico. Pero todaví­a debe satisfacerle más el comprobar que José Luis Martí­nez, en sus aspiraciones y propósitos, se ha sabido salir del cí­rculo vicioso de la corriente vulgaridad.

Porque este novel pintor, que ya desde el primer momento acusa un recio temperamento, refleja en su obra destellos qué hacen concebir grandes esperanzas. Así­, en el lienzo 22, intitulado «Oración por la salvación de la tierra», el artista se ha elevado alto en sus concepciones, si bien haya descuidado un tanto el dibujo y, lo que es peor, el colorido, que en sus paisajes, lo más caracterí­stico de su producción total, se encuentra bastante recargado.

De todas maneras, José Luis Martí­nez tiene cuadros muy logrados, y no cabe duda que su gran afición e intuición le pueden conducir muy lejos.
Al felicitarle y felicitarnos hoy, no nos es dable dejar de recoger el gesto simpático y plausible del «Club 33», compuesto por un grupo de pasaitarras que han sabido prestar amparo y cobijo a una destacada manifestación del arte. Sea para ellos también nuestro aplauso, asociado, como decimos, a los plácemes que dedicamos al joven artista, ahora en los comienzos de su carrera.