Los Tres Pasajes, nº 17, 1959

Si algún deporte hay que se preste a anécdotas y sucedidos, éste es la Caza; qué bromas y algunas veces berrinches, nos toca aguantar a los pobres cazadores por culpa de amigos que no saben comprender los sacrificios a que está sometido un cazador en este Paí­s, donde los madrugones y los Klmts, son primer plato, y total, muchas veces para no llegar ni a ver caza ninguna…
Pero este no es el caso a que me quiero referir.
Lo que quiero es refrescar la memoria a algunos cazadores de Galeperra con un sucedido, allá por tierras de Ujué, (Navarra), en una cacerí­a «a perdices». Entre la veintena que participaron, se encontraban, R. Valverde, los Toloxa, P. Picabea, Pachi Tomás (el joyero), Joshé (chanca), Santi (el de la balsa), todos buenos chicos, en particular este último, que fue en esta cacerí­a el de turno.
Cazador modesto, y poco acostumbrado a tirar y cobrar perdices, y sí­ mucho a las paradas de Langarica (cuando no se duerme), fue ví­ctima de una broma inocente, precisamente por sus í­ntimos y compañeros de mano.
La cosa no se prestarí­a a comentario, si no se tratase de un cazador curtido pero novato.
La cosa fue así­: Nuestro buen Santiago no «daba una», y sus dos compañeros de mano, compadecidos, le quisieron dar la satisfacción de que siquiera matase una; y así­ fue.
Llegados al terreno propicio, y encontrándose los cazadores en un «cerrito» alto, y algo más abajo nuestro amigo Santi, después de silbarle y ponerle en guardia, le arrojaron una «perdiz» ¡Qué perdiz!. Grande, sí­, pero muerta hací­a horas.
¡Qué vuelo más lento y desganado el suyo!
¡Esta es la mí­a! –debió de decir Santi, viendo que la perdiz se le venia encima–.
Total, que le pegó dos tiros como dos catedrales y claro, cayó como un “trapo”, casi a sus pies, seca, sin moverse, y enseguida, al «morral». Pues bien, aun hoy es el dí­a, que no pasa para mi buen Santi, perdiz frí­a o perdiz caliente…
¡¡Aquella la maté yo!! –dice, convencidí­simo–.
Creo que ésta vez ya se convencerá.
Y eso que ya le decí­a Joshé (chanca): Ven conmigo, Santi, que ese Tomás es un granuja.

El de siempre