Los Tres Pasajes, nº 7, 1949

Se abrió al culto en el año 1902,
y diez años después fue elevada a la categorí­a de parroquia.

Con toda seguridad que muchos pasaitarras desconocen la historia de la iglesia parroquial de Ancho; v aunque las personas que podí­an informarnos extensamente acerca de muchos extremos relacionados con la misma fallecieron sin dejar constancia escrita de sus con conocimientos sobre el particular, nosotros vamos a tratar de hacer una breve reseña referente a la edificación del templo de San Fermí­n y gestiones posteriores realizadas para constituirla en parroquia, en la creencia de que todo ello ha de tener un considerable interés para nuestros lectores.

Algunos de los actuales moradores de este distrito de Ancho lo conocieron en sus principios con unas pocas edificaciones habitables bordeando las marismas que formaba la bahí­a al penetrar hasta muy al interior del mismo. Este iba creciendo de dí­a en dí­a con la afluencia de gentes que llegaban a establecerse y trabajar aquí­; y, consecuentemente, las edificaciones se iban sucediendo para proporcionar habitación a quienes llegaban sin cesar. Pero como el terreno edificable era muy reducido, hubo que proceder al relleno de las marismas, levantando sobre él los nuevos edificios.

Necesario es conocer esta particularidad ele nuestro pueblo para poder explicarnos cómo la iglesia parroquial de Ancho difiere en su forma arquitectónica de todas las de los alrededores, y para que podamos también informar a quienes nos visitan de las dificultades que encontraron nuestros antecesores para edificar el templo parroquial sobre un terreno inseguro que procedí­a del relleno de las primitivas marismas.

Creciendo como iba el distrito, a tono con el número de edificaciones destinadas a viviendas, vení­ase advirtiendo, igualmente, la falta de una iglesia que atendiera las necesidades espirituales de los anchotarras. En un principio habilitáronse los sótanos de la casa donde hoy está la farmacia de la señora viuda de Lasagabáster, los cuales, como fácilmente se comprenderá, ni reuní­an condiciones ni eran lugar apropiado para el culto católico. Y al reconocerse la apremiante necesidad de una iglesia, unos buenos señores, católicos de los de verdad, iniciaron una serse de gestiones cerca del Obispado y de los organismos oficiales, de cuyos pormenores y dificultades solamente ellos –que, por desgracia, tiempo ha que duermen el sueño eterno– podí­an hacernos sabedores.
Merced a las gestiones de los aludidos señores, se consiguió que el señor Obispo, cuarto gobernante en aquella época de la Diócesis de Vitoria, D. Raimundo Fernández de Piérola, viniera a Pasajes a inspeccionar el terreno para la edificación de la iglesia. Se habla de un paseo en lancha con el señor Obispo, en el transcurso del cual se trató de la necesidad de construir una iglesia, cerrando el señor Obispo el tema con la siguiente frase, que acaso no sea exacta en cuanto a las palabras, pero si en cuanto al fondo:
— En paí­ses no católicos, se construyen iglesias, y en éste, que es católico, se construirá también la iglesia que necesita.

Ignorarnos con qué medios económicos se edificó el templo; pero lo cierto es que sobre terrenos cedidos por D. Fermí­n Lasala, duque de Mandas, ilustre donostiarra, quedó construida la iglesia en el mismo lugar en que hoy se encuentra. Y hacia 1902 fné abierta al culto.

Pero ocurrió que cuando ya estaba a punto de terminarse las obras, se derrumbó todo lo edificado a causa de la poca previsión que se tuvo de edificar sobre un terreno tan poco firme. Y menos mal que no ocurrieron desgracias… Pero puede el lector suponerse las dificultades que entonces surgieron para rehacer lo que se habí­a venido abajo, después de haberse ya gastado casi todo el presupuesto…

De aquí­ que la segunda edificación no podí­a –para contrarrestar la dificultad que suponí­a la calidad del terreno– reunir las condiciones de forma y capacidad que la primera tení­a: era preciso soslayar el riesgo de un segundo derrumbamiento. Además, el dinero que se tení­a no permití­a pensar en suntuosidades y grandezas. Todo lo cual, reunido, viene a explicar la forma y caracterí­sticas de la actual iglesia de Ancho.

Las gestiones de aquellos señores no habí­an acabado sin embargo, porque, dado el crecimiento del distrito, crecí­a simultáneamente la importancia de la feligresí­a; y así­, encaminaron sus buenos propósitos a conseguir que la iglesia fuera elevada a la categorí­a de parroquia, ya que hasta entonces sólo tení­a la de una simple capilla dependiente de la parroquia de Alza. Por medio de D. Fermí­n Calbetón, otro ilustre donostiarra, que era senador por aquel entonces, consiguieron celebrar una entrevista con la Reina Madre hacia 1910, pero el resultado de la misma no parece que fue muy satisfactorio. Posteriormente, y prosiguiendo, incansables, sus gestiones, aprovecharon el nombramiento de D. Fermí­n Calbetón como ministro para conseguir que, al fin, tanto laudable esfuerzo se viese coronado por el éxito.

Acababa 1912 cuando el Gobierno aprobaba la constitución de la parroquia; pero fue algunos meses más tarde, ya en 1913, cuando se dio la aprobación al presupuesto en el que constaba la asignación correspondiente. Las campanas de la iglesia, ya parroquia, voltearon de júbilo por su elevación elevación de categorí­a, quedando ya disgregada de la de Alza. Las gestiones de aquellos excelentes pasaitarras habí­an dado su fruto, mediarte la valiosa intervención del entonces Obispo de la diócesis, D. José Cadena y Eleta.

Ya no quedaba, pues, sino el nombramiento de párroco. Y como la actuación del entonces coadjutor de la iglesia, D. Francisco Echenique, era del agrado de la feligresí­a, se elevó la súplica al señor Obispo de que fuese designado párroco, como así­ fue. Y del modo expresado tiene Ancho, desde entonces, una parroquia y un párroco, contemporáneos como tales, desde hace 36 años.